REFLEXION
Martín, gerente de
recursos humanos llamó a dos de sus colaboradores para conversar sobre su
incumplimiento en una tarea que les fuera asignada hace algunas semanas atrás.
Luis, lejos de reconocer el incumplimiento de su deber sólo se dedicó a
justificarse con razones sin fundamento e incluso llegó hasta echarle la culpa
a un tercero por su irresponsabilidad. Ignacio, sin embargo supo reconocer con
sinceridad que había sido la desorganización de su tiempo y un ineficiente uso
de él, lo que había causado su ineficacia.
Pregunto, ¿Cuál de los dos actuó mejor? ¿En cuál de los dos confió más el gerente? ¿Nos ha pasado esto alguna vez? ¿Cuál fue nuestra actitud en aquel entonces?.
La humildad es como la luz al final del túnel, en medio del túnel puedo mirar atrás y retroceder en la oscuridad para perderme en mi soberbia, en cambio si miro adelante, veré que al fondo brilla la esperanza de poder reconocer que he fallado y que pondré los medios para corregir mis errores, empezar de nuevo, y transmitir esa actitud de amor en la empresa.
Cuentan que en una
sesión para empresarios mexicanos, Carlos Llano, un gran filósofo empresarial,
les preguntó a sus oyentes cuál fuera su actitud ante un empleado difícil, uno
del público respondió: “correrlo”. Inmediatamente Carlos Llano con gritos lo
corrió de su sesión. ¿No escuchaste? ¡Sal de inmediato! Luego, una vez que lo
había expulsado les preguntó a los demás, ¿Qué les pareció? ¿Debe haberse
sentido feo verdad?. Esta anécdota dibuja con claridad la relación
liderazgo-humildad. No todos toman la actitud de Martín, la de escuchar a sus
empleados para ver qué pasó. No todos asumen ser humildes como Ignacio, pero
casi todos se identifican con la anécdota.
Una investigación,
aplicada a 620 directores de empresa mexicanos trataba de averiguar la cualidad
directiva que, en relación con las demás personas, el director necesitaba
incrementar en mayor medida. Grande fue la sorpresa cuando encontraron que esa
cualidad era el saber escuchar. Paradójicamente sólo escucha quien tiene una
actitud humilde ante los demás.
David Maister realizó
una investigación con datos de 6500 integrantes de 50 firmas de servicios
profesionales en 15 países, arrojó que son las actitudes las que determinan los
resultados financieros, y no al contrario.
Asimismo, otras
investigaciones revelan que los clientes abandonan a sus proveedores en un 70%
por la calidad del servicio. Estas empresas han olvidado que liderar no es
mandar sino servir.
La gran crisis humana
en las empresas se debe primordialmente a una falta de humildad, para saber
recomenzar cuando se ha fallado, pero también para tener la valentía de
reconocer en qué hemos caído, y cómo nos corregiremos. Este caerse y saber
levantarse con dignidad, encierran el ciclo de vida de todo empresario.
Humildad implica no
sentir más que los demás, esperando, a veces obsesivamente a sentirse servido
por los colaboradores, sino mas bien a servir a quienes nos rodean en la
empresa y a quienes debemos ayudar a que se desarrollen como personas.
Cuando suceden estas situaciones conflictivas en la empresa, de las que hablamos al inicio, tenderemos a dos caminos, el de negarlo todo o el de reconocer. La primera nos lleva a centrarnos en nuestro amor propio, la segunda nos permite ponernos en el lugar de los demás.
Cuando suceden estas situaciones conflictivas en la empresa, de las que hablamos al inicio, tenderemos a dos caminos, el de negarlo todo o el de reconocer. La primera nos lleva a centrarnos en nuestro amor propio, la segunda nos permite ponernos en el lugar de los demás.
Muchos de los casos de
corrupción en el sector corporativo también se deben a que en gran parte, los
directivos no supieron corregir a tiempo un error pequeño, cuya continuidad
generalizó el mal endémico de la soberbia.
Dirigir una empresa no
sólo exige estar pendiente del presente, sino también actuar correctamente para
que mi actual labor no perjudique a la institución en su futuro. La clave para
liderar es la humildad.
Cuentan que una
empresa brindaba un pésimo servicio, todos sus recursos humanos eran
arrogantes, desde lo directivos hasta los empleados, no salían bien las cosas,
empezaron a bajar las ventas y estaban al borde del colapso. Unos echaban la
culpa a los factores económicos externos, otros a la fiesta de despilfarro en
lujos innecesarios que se celebró para el aniversario, etc.,. Nadie quería ser
el protagonista del cambio, nadie quería asumir su responsabilidad, nadie
quería ser humilde.
Un día, cansados de
tanta degradación empresarial y humana, en la puerta de la institución vieron
un gran cartel que les anunciaba la muerte del empleado que les había impedido
despegar como empresa. Quedaron anonadados, pero por curiosidad entraron a ver
de quién se trataba pues el cuerpo estaba siendo “velado” dentro del recinto.
Grande fue su sorpresa cuando al ver el cajón del ataúd, no vieron ningún
cuerpo, más que un simple espejo que los reflejaba a todos.
El cambio depende de
ti, en tu interior está esa voz de humildad que te lleva a ser mejor, a
reconocerte falible e imperfecto. ¡Humildad, sin ti no puedo ser un líder!
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